Hay un pintor que está en el subconsciente de los españoles por la iconografía que ha poblado nuestro solar patrio en épocas anteriores de la historia de España y porque a sus mujeres se las ha querido identificar con el alma de la mujer española y andaluza. No en vano su retrato y una de sus mejores pinturas, “La Fuensanta” ilustró en décadas pasadas nuestros billetes de cien pesetas y su nombre figuraba en una de los pasodobles de más éxito de Manolo Escobar: “La morena de mi copla”. Este pintor no es otro que Julio Romero de Torres, cordobés que gozó de gran reconocimiento en vida, que cultivo la amistad de los más importantes artistas de la época como don Ramón María del Valle Inclán y que falleció prematuramente en Córdoba a la edad de 55 años en olor de multitudes.
Sé que hay un museo en Córdoba dedicado a su obra, pero tener tan cerca esta exposición tan completa de su pintura en el museo Carmen Tyssen de Málaga era motivo más que suficiente para acercarme a verla. La exposición recoge una muestra de las obras más importantes de su evolución artística, desde aquellas iluministas y cordobesas como “La feria de Córdoba”, “Mal de amores” o “Esperando, pasando por el “Boceto del poema de Córdoba” “La buenaventura o “La Fuensanta” “Alegrías” hasta los desnudos cargados de alegorías y simbolismo como “La musa gitana” o “La nieta de Trini”.
Su temática diversa transcurre entre el costumbrismo popular cordobés, el toreo, el flamenco, la copla, el amor, los celos, la mujer como protagonista sensual en unos paisajes personales, artificiales, idealizados a su antojo como reflejo de su mundo interior espiritual, profundo y simbólico.
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