jueves, 15 de agosto de 2013

MOJÁCAR/CABO DE GATA


He estado en Mojácar. Un trayecto de 249 km lo separan de mi pueblo malagueño por carreteras aún sin terminar porque la autovía del Mediterráneo no une del todo ambos puntos y tiene tramos (en la costa granadina) por los que discurre la antigua carretera nacional N-340, llena de curvas peligrosas y de vehículos lentos. En dos horas y media estaba allí, después de atravesar el desierto de Almería y su mar de plástico, que han transformado una región otrora pobre en un emporio de riqueza (en el Ejido, Dalía, Adra, Roquetas… el turismo vacacional de playa se mezcla con una actividad industrial intensa y diversa ligada al cultivo de invernaderos).

Llegamos a Mojácar Costa para dejar a Vero con unas amigas y me sorprendió la extensión de su zona vacacional (después me he enterado que tiene 7,5 km de longitud de costa) llena de lugares de ocio y apartamentos para un turismo que a mí se me antojó eminentemente juvenil teniendo en cuento la cantidad de pandillas, chicos y chicas jóvenes, que deambulaban por los paseos y las playas y que rápidamente asimile a esos lugares de ocio gamberro que salen en los programas de costa veraniegos.

 


Después de recorrer el lugar y tomar un aperitivo, me dispuse a subir hasta el antiguo pueblo, situado en un cerro, que imaginé altamente defensivo y poco accesible en épocas históricas. Un pueblo que blanquea desde la lejanía por el uniforme blanco que recubre todas sus casas, perfectamente ordenadas en altura desde sus laderas a la cúspide, como si de un gigantesco castillo se tratara. Me gustó: un laberinto de callejuelas estrechas y caóticas en su casco antiguo, limpias con infinidad de puestos artesanía (vendiendo el famoso índalo, figura ancestral datada en la Edad de los Metales y descubierta en una cueva que hoy es uno de los símbolos de Almería), bares y restaurantes para el turismo, que en masa llenaba sus calles. Su casco histórico me habló de la antigüedad de su poblamiento que data de la Edad del Bronce como fecha más antigua y que ha conocido a iberos, cartagineses, fenicios, griegos (de quienes dicen que deriva el nombre ya que dicen que viene de Murgis Akra), árabes y cristianos. 
Su iglesia me pareció excepcional. Si en un principio su planta me hizo pensar que había sido construida sobre la antigua mezquita hispanomusulmana, después me enteré que su fábrica data del siglo XVI cuando fue edificada en forma de iglesia fortaleza para guarecer a la población en caso de ataque de piratas berberiscos, que asolaron la costa durante algunos siglos desde sus bases norteafricanas.
Y como no podía ser menos tratándose de un pueblo veraniego, allí me encontré en su plaza nueva con un evento muy de mi gusto porque se celebraba un concierto solidario en beneficio de los niños de África en el que participaron una cantante (que no hablaba español, porque no me supo responder cuando le pregunte la hora de comienzo del concierto) que interpretó temas folk muy estadounidenses y un músico ghanés que era una maravilla con los tambores, que interpretó música étnica de su país, entre otros. 
¿Qué no me gustó? Las continuas alusiones a Al Ándalus en bares y restaurantes y centros de ocio (como tampoco me gustan las referencias al que fuera cruel y malvado azote de los cristianos, el dictador Almanzor, en Torrox) porque representa un pasado superado tras la Reconquista y sus repobladores cristianos de los que descienden todos los antiguos habitantes de la zona…



CABO DE GATA 


Lo recordaba de otro modo. Hace unos dieciocho años estuve aquí y tenía el recuerdo de un lugar solitario, de grandes playas, salinas con cientos de flamencos picoteando en sus aguas y un cabo con poca gente. Sin embargo, ahora estaba lleno de bañistas y turistas, urbanizaciones y fincas privadas casi al pie del faro. Aún así sigue siendo un lugar ideal para los deportes de naturaleza como el piragüismo, el buceo, el senderismo o la observación de la fauna de la zona. El cabo de Gata está en Nijar y es enorme. Su nombre dicen que es antiquísimo porque deriva de un término fenicio alusivo a la abundancia de ágatas, esas piedras preciosas de gran valor. En el montículo se encuentra el faro, construido sobre un castillo contruído en el XVIII para la defensa de la costa. con destellos cada treinta segundo, que entre otras funciones está identificar unos unos arrecifes cercanos que causaban innumerables naufragios. Comimos en un restaurante, que no estaba nada mal, en la misma carretera al lado del poblado pesquero minero llamado Almadraba de Monteleva, en donde aun se extrae sal de las salinas llenas de flamencos.



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